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En 2017 el artista y fotógrafo Jean René, más conocido por las siglas JR, instaló en el muro fronterizo que separa EE.UU. de México una fotografía gigantesca de Kikito, un niño de un año que residía en el pueblo mexicano de Tecate, justo al lado de la frontera. Esta fotografía de más de veinte metros estaba ubicada de tal manera que el rostro de Kikito sobresalía por encima del muro con una mirada curiosa y juguetona. Las enormes dimensiones de la imagen empequeñecían visualmente el muro metálico, como si los barrotes de la valla fueran una pequeña cuna que el gigante Kikito hubiese podido saltar sin ninguna dificultad para ponerse a jugar tranquilamente en el lado estadounidense de la frontera. Es un ejemplo de la capacidad del arte para alterar el significado de la realidad. Gracias al tamaño gigantesco de Kikito, el artista consiguió empequeñecer visualmente las dimensiones del muro, de manera que lo que se percibía habitualmente como una frontera metálica apabullante quedaba reducido a un objeto diminuto que un niño, ajeno en su inocencia a los problemas fronterizos, observaba con curiosidad infantil. Esta capacidad de una fotografía para reescribir la realidad, para dotarla de nuevos significados, nos permite percibir el mundo como un texto que no solo puede ser mirado, sino que admite igualmente ser leído, interpretado. Y en la medida en que la realidad es concebida como un texto, también puede ser traducida, esto es, reescrita mediante diferentes códigos semióticos. Desde esta perspectiva, podríamos decir que el artista JR ha reescrito la frontera física entre EE.UU. y México y la ha traducido en un pequeño juguete en manos de Kikito. La mirada del artista que reinterpreta el mundo y lo reescribe al dotarlo de nuevos significados puede ser concebida, pues, como la mirada de un traductor que transforma la realidad.
Este es el tema que aborda la traductóloga María Carmen África Vidal Claramonte en Translation and Contemporary Art, su más reciente publicación en la colección Focus de Routledge. Basándose en el «outward turn» propuesto por Bassnett y Johnston (2019), África Vidal defiende la necesidad de ensanchar el concepto de traducción para liberarlo del ámbito estrictamente lingüístico al que se lo ha vinculado tradicionalmente. Según este nuevo «giro», traducir no consistiría únicamente en buscar equivalencias verbales entre distintas lenguas, sino que debería concebirse desde una perspectiva más amplia como la capacidad para reconstruir el sentido de un texto mediante todo tipo de repertorios semióticos (entendiendo el texto no en su acepción lingüística clásica, sino como una unidad comunicativa capaz de englobar multitud de códigos: los cuerpos son textos, por ejemplo, al igual que los paisajes o las partituras musicales, en tanto que construcciones culturales que trasladan un mensaje). La principal aportación de estas propuestas no radica solo en admitir la posibilidad de que el traductor pueda reescribir el texto original en un sistema semiótico distinto de aquel en el que fue elaborado inicialmente (algo que ya contempló Jakobson en su categoría de traducciones intersemióticas), sino sobre todo en las repercusiones teóricas que la multimodalidad genera en los Estudios de Traducción. Esta ampliación del concepto de traducción nos permite exportarlo a otras disciplinas para observar sus objetos de estudio desde nuevas perspectivas: la danza, por poner un ejemplo, podría considerarse como la traducción (una «outward translation») mediante movimientos corporales de una historia previamente contada de forma verbal (se ofrecen en la obra reseñada ejemplos similares en otros ámbitos, como la filosofía, la antropología, la sociología, la música, la arquitectura, etc.).
Es posible que, ante estos casos de «outward translations», algunos lectores se pregunten si estos usos metafóricos del término traducción están forzando en exceso la elasticidad del concepto (dudas ya planteadas por algunos traductólogos que han estudiado el «translational turn» de los Estudios Culturales, como Bachmann-Medick 2009). Este temor, en principio, nos parece legítimo, pues si ensanchamos los límites semánticos de una palabra para hacerla significar demasiadas cosas, corremos el riesgo de perder rigor científico. La lectura de Translation and ContemporaryArt es especialmente recomendable para quienes alberguen esta sospecha, pues África Vidal Claramonte consigue disipar este temor de forma totalmente convincente. Al aplicar el concepto de traducción en el ámbito del arte contemporáneo, la autora no se limita a una mera metaforización, sino que recurre a este concepto como una herramienta analítica que le permite estudiar de forma rigurosa los entresijos de los distintos tipos de códigos (verbal, visual, musical, olfativo, etc.) como mecanismos de representación del mundo. Al tener que comparar cómo la realidad es representada a través de múltiples sistemas semióticos, las «outward translations» ponen de relieve las fisuras que existen entre los diferentes lenguajes, lo que lleva a Vidal a compartir interesantísimas reflexiones sobre la construcción del significado, sobre el concepto de identidad, sobre aquello que permanece estable a través de las transformaciones artísticas, sobre la construcción cultural de la mirada y la consiguiente necesidad de traducir las imágenes, y un largo etcétera que concluye con un cuestionamiento de la misma existencia de la realidad.
La lectura del libro de África Vidal nos demuestra que este «translational turn» en el ámbito de las Humanidades no es únicamente un movimiento estratégico para que los Estudios de Traducción se expandan hacia otros ámbitos y sorteen el riesgo de quedar anquilosados en los éxitos ya conseguidos (tal como advierte Susan Bassnett en el prefacio de este libro), sino que supone un gran avance epistemológico en el ámbito humanístico, en general, y muy particularmente en los estudios sobre la traducción. En efecto, los análisis que propone la autora sobre las obras de múltiples artistas contemporáneos (pintores, bailarines, fotógrafos, músicos, videoartistas) subrayan continuamente las semejanzas que existen entre la creación artística y la labor traductora. Ambas actividades son concebidas como «two critical and sometimes disturbing acts of meaning-making. Both are regarded as instigators of thinking» (p. 21). El título del capítulo dos resulta significativo: «The Artistranslator’s Gaze». No son pocos los artistas contemporáneos que tanto en sus obras como en sus reflexiones teóricas han incidido en los problemas sobre la representación de la realidad, la reescritura de obras previas, o la resemantización de estas al ubicarlas en nuevos contextos. Todos estos temas afectan de lleno a los Estudios de Traducción, de manera que estos «transdisciplinary encounters» que propone la autora resultan muy enriquecedores en ambas direcciones: la consideración de la creación artística como un proceso traductor nos permite resaltar ciertas facetas de la labor del artista que habían quedado tradicionalmente marginadas y, a la inversa, el concepto de traducción puede ser precisado con mayor rigor gracias a estas «zonas de contacto» entre diferentes disciplinas. Resultan especialmente interesantes las relaciones que establece África Vidal entre arte y traducción como actividades capaces de revelarnos cómo se organiza el pensamiento (p. 46), y no solo el pensamiento del artista/traductor en su proceso creativo, sino también el de los receptores de estas obras/traducciones, pues, al interpretarlas, nos vemos obligados a tomar consciencia de nuestros propios patrones cognitivos: «In the end, translation is simply a way to allow the other to look. It is a way to ask Who are we? Who have we been while we have been looking?» (p. 89). También se aborda en este trabajo la relación existente entre los objetos y sus representaciones, tema que suscita reflexiones muy enriquecedoras sobre la obra de Magritte, las fotografías de Cindy Sherman o las instalaciones de Joseph Kosuth, por poner solo algunos ejemplos de los muchos artistas en los que la autora fija su mirada.
El libro está estructurado en tres capítulos y unas conclusiones finales. En el primero de ellos («Translating in a Visual Age: Transdisciplinay Routes»), Vidal justifica la necesidad de construir nuevas herramientas analíticas que nos ayuden a interpretar y traducir los actuales textos multimedia en los que el componente lingüístico es únicamente uno entre muchos códigos semióticos. En su defensa de estos nuevos conceptos que nos ayuden a orientarnos en una época caracterizada por la hibridación cultural e intersemiótica, la autora propone justamente trasladar esta hibridación al terreno epistemológico y aboga en favor de la ya comentada transdisciplinariedad. Teniendo en cuenta que en la actualidad la mayoría de los textos incluyen imágenes y sonidos que generan todo tipo de experiencias, los traductores ya no pueden limitarse a dominar un solo código semiótico (el verbal), sino que han de convertirse en expertos en lenguajes (en plural). África Vidal defiende que los traductores deben ir más allá de la mera contemplación de la imagen como una representación neutra de la realidad: además de tomar consciencia de su naturaleza construida, es igualmente necesario concebir las prácticas visuales como modos de percepción históricamente configurados. Es imprescindible, por ello, que traductores y traductólogos seamos conscientes de la «cultura de la mirada» que nos condiciona. En el segundo capítulo («The Artistranslator’s Gaze»), se establecen los vínculos que permiten equiparar la creación artística y la labor traductora, y en el capítulo tres («Translating With Art») se ilustran las reflexiones anteriores mediante numerosos ejemplos de artistas contemporáneos que recurren de forma más o menos explícita al concepto de traducción para crear o para reflexionar sobre sus creaciones.
Es en este tercer capítulo donde, a mi juicio, la autora nos ofrece una de sus principales aportaciones. Al descender del plano teórico al análisis de obras de arte concretas, África Vidal demuestra la utilidad epistemológica del concepto «outward translation» y la solidez metodológica del «translational turn»: las reflexiones de Vidal sobre las obras a las que aplica este instrumental analítico ponen de manifiesto la naturaleza esencialmente traductiva de las obras de arte, es decir, su estructura híbrida, fragmentaria y, por ello, maleable y transformable en otras obras posteriores que amplíen su potencial semántico. Las obras de arte son traducciones de otras obras previas y, al mismo tiempo, nos invitan por su propia naturaleza a que las sigamos traduciendo en un proceso rizomático. Esta manera de entender la creación artística como traducción respalda uno de los pilares del «translational turn»: la idea de que la cultura es traducción. Lo es no solo porque todas las culturas se hayan construido asimilando aportaciones exteriores, sino fundamentalmente porque, frente a las visiones esencialistas tradicionales, la cultura es ante todo un espacio de negociación de diferencias, de ahí que estemos continuamente traduciéndonos para poder vivir en comunidad. Al entender la cultura como una constelación de conflictos y diferencias, hemos de hacernos traducibles de forma permanente, lo que conlleva una continua negociación de todo tipo de fronteras. En Translation and Contemporary Art, Vidal aplica este concepto de cultura y de traducción en el terreno del arte contemporáneo y, gracias a ello, contribuye por la vía del ejemplo práctico a la consolidación de este nuevo paradigma. No es de extrañar que uno de los autores más citados en este trabajo sea Edwin Gentzler, pues las propuestas teóricas de África Vidal se fundamentan igualmente en el concepto de «post-translation», que nos invita a considerar la traducción no como la actividad puntual de buscar equivalencias lingüísticas, sino como «a cultural condition underlying communication» (Gentzler 2017: 7).
Retomando las voces de múltiples traductólogos (pues este libro, en palabras de su autora, es más un contrapunto que un aria), África Vidal demuestra que la desterritorialización y el descentramiento (p. 9) del concepto de traducción, lejos de diluir su utilidad heurística, le permitirá adquirir una nueva fuerza en el terreno de las Humanidades, pues si entendemos la traducción como «pre-condición» (Gentzler 2017: 5) necesaria para la transformación de las culturas, la actividad traductora adquirirá un papel protagonista para describir y explicar la actual hibridación cultural resultante de la globalización.
Por otra parte, el libro que se reseña no pierde de vista en ningún momento, como suele ser habitual en todos los trabajos de Vidal, las relaciones asimétricas de poder que subyacen en la representación de la realidad y de las que el traductor debe ser consciente para tratar de subvertirlas, porque Translation and Contemporary Art no es solo una reflexión teórica sobre la naturaleza transdisciplinar de la traducción, sino también una defensa de una forma de traducir que se deriva coherentemente de las consideraciones teóricas propuestas. Al concebir la traducción como un impulso creativo que trata de liberar todo el potencial semántico y experiencial del texto original, África Vidal sugiere que reemplacemos la mera «lectura» del texto (entendiendo por ello una simple decodificación del componente lingüístico) por una «mirada» al texto: la mirada propia del traductor, una «intense looking […] which includes the full immersion of the translator in the text, with eyes, ears, skin, nose, limbs and heart» (Campbell y Vidal 2019: 3). El texto deja de ser concebido como una secuencia lineal de palabras para convertirse en un objeto, de tal manera que su alcance semántico se disemina en una pluralidad de códigos que el lector-espectador-traductor tiene que dominar para su posterior reconfiguración en el proceso de reescritura, no forzosamente mediante los mismos códigos utilizados en el TO. La autora subraya en varios momentos que esta interpretación/traducción de los textos es un acto creativo, por lo que conviene superar las dicotomías clásicas que han marcado las fases iniciales de la traductología, como la que separa el TO y el TM: resulta difícil establecer dónde empieza y termina cada uno de ellos, pues ambos quedan alterados tras el proceso de traducción.
Translation and Contemporary Art es, en resumen, una contribución decisiva para la consolidación del «translational turn» de las Humanidades al poner de manifiesto no solo la capacidad del concepto de traducción para viajar hacia otras disciplinas, sino sobre todo la utilidad científica de este viaje. África Vidal, al trasladar este concepto al ámbito del arte contemporáneo, refuerza los cimientos de este nuevo giro en los Estudios de Traducción de diversas maneras: 1) lejos de quedarse en una mera «metáfora de la vida cotidiana», la noción de traducción constituye una herramienta heurística que puede ser utilizada con total rigor metodológico (prueba de este rigor es que las conclusiones que expone la autora en el dominio del arte resultan plenamente coherentes con las alcanzadas ya en otras áreas, como la idea de traducción como «acción social» propuesta en el ámbito de la sociología o antropología); 2) la utilidad de estos encuentros transdisciplinares es recíproca (también los traductólogos nos beneficiamos de las aportaciones que nos llegan desde estas otras disciplinas); y 3) este nuevo paradigma se concretiza en métodos de traducción aplicables en la práctica profesional de los traductores.
Appendices
Bibliografía
- Bachmann-Medick, Doris (2009): Introduction: The Translational Turn. Translation Studies. 2(1):2-16.
- Bassnett, Susan y Johnston, David (2019): The Outward Turn in Translation Studies. The Translator. 25(3):181-188.
- Campbell, Madeleine y Vidal, Ricarda, eds. (2019): Translating Across Sensory and Linguistics Borders. Intersemiotic Journeys between Media. Nueva York: Palgrave Macmillan.
- Gentzler, Edwin (2017): Translation and Rewriting in the Age of Post-Translation Studies. Nueva York: Routledge.